lunes, 7 de octubre de 2013

EL CAMINO ES LA RECOMPENSA


Para Rafael Nadal volver a ser el número 1 del mundo es un logro enorme. En primer lugar su intento al volver tras la lesión y operación posterior que lo mantuvo siete meses fuera del circuito, era sentirse bien. O sea, jugar sin dolor e ir edificando desde ahí una recuperación que se auspiciaba larga y dificultosa.


Sin embargo, ocho meses después, se encuentra como líder del ranking mundial, algo que consiguió tras llegar a la final del ATP 500 de Beijing y tras alcanzar el choque decisivo en 13 de 14 torneos en lo que va del año. Además, no defiende puntos de aquí a febrero, por lo que seguirá sacando distancia a sus perseguidores por lo menos hasta cuando defienda los puntos del ATP 250 de Viña del Mar donde fue finalista en lo que era su vuelta a la competición (y donde perdió con Horacio Zeballos).


¿Cómo consiguió Nadal tamaño logro en tan poco tiempo? La respuesta es en que el tiempo de recuperación fue más largo del planeado, pero no por algún inconveniente físico o recaída de la lesión, sino que se hicieron las cosas sin apuro. Muchos jugadores - y no solo en tenis - intentan volver antes de estar 100% recuperados y nunca consiguen afianzarse. Rafa en cambio optó por arrancar despacio y sin mucha exigencia jugando en polvo de ladrillo en un torneo menor.


Él podría haber jugado el Australian Open porque físicamente ya estaba bien, pero decidió no hacerlo para encaminar su regreso sin tanta presión ni sin tanta exigencia. Otros no tienen el caché del mallorquín en el sentido de que no pueden darse el lujo de saltarse un Grand Slam, ya sea por puntos importantes que pueden derrumbar un ranking o por motivos económicos, sobre todo en esferas más bajas del circuito.



Tras jugar en Viña, Nadal fue a San Pablo y consiguió el título para luego recalar en Acapulco a otro torneo sobre polvo de ladrillo. Allí vapuleó a David Ferrer en la final 6-0 6-2 en un partido que marcaba la realidad: Rafa estaba al 100%, por más que no lo admitiera. Ganar el ATP 1000 de Indian Wells venciendo a Federer, Berdych y Del Potro en el camino, no hizo más que confirmar esto.


Llegada la temporada sobre arcilla en Europa todo el mundo tenístico sabía que el candidato a todo era él, por encima de Djokovic a pesar de que éste le venció en la final de Monte Carlo. Tras esa derrota fueron todas victorias: Barcelona, Madrid, Roma, y culminando con su octavo Roland Garros. Wimbledon lo vio preocupado por sus rodillas. El césped obliga a una posición más agazapada por el pique bajo de la pelota y nunca se lo vio cómodo o seguro en su derrota ante Steve Darcis en primera ronda.


Pero eso fue un bache, nada más. Convertirse en tan solo el tercer jugador en la Era Abierta en ganar Montreal, Cincinnati y el US Open en un mismo año, hacía que alcanzar la cima del ranking fuera cuestión de tiempo. Y con la retirada de Berdych en la semifinal de Beijing, Rafa volvía a la cima más de dos años después y con siete meses fuera del circuito en el medio.


No solo aprovechó el tiempo fuera de las canchas para recuperarse, sino que descansó sus piernas y su cabeza, cambió su forma de jugar para volverse más agresivo y no depender tanto del físico para vencer, y le sirvió para tomar carrerilla y dar el salto a la cima. Una muestra más de que no hay nadie que iguale la perseverancia, trabajo, inteligencia, mentalidad, y poder de superación de Rafael Nadal… y no solo en el tenis.